16 enero, 2010

Celos...

Al saber la verdad de tu perjurio,
loco de celos, penetré en tu cuarto . . .

Dormías inocente como un ángel,
con los rubios cabellos destrenzados,
enlazadas las manos sobre el pecho
y entreabiertos los labios . . .

Me aproximé a tu lecho, y de repente
oprimí tu garganta entre mis manos.
Despertaste. . . Miráronme tus ojos . . .
Y quedé deslumbrado,
igual que un ciego que de pronto viese
brillar del sol los luminosos rayos!

Y en vez de estrangularte, con mis besos
volví a cerrar el oro de tus párpados!

Francisco Villaespesa

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